La cebra Camila.
Allá donde se acaba el mundo, en el país donde da la
vuelta el viento, vivía una pequeña cebra llamada Camila.
Como en aquel lugar el viento era tan travieso, Camila
tenía que andar con mucho cuidado para no perder su vestimenta.
Su madre le decía que no saliera sin pantalones ni
tirantes, pero Camila cada día era más grande y los tirantes y los pantalones
ya empezaban a molestarle.
Un día Camila salió de casa sin atender a los consejos de
su madre y por arte de malos vientos, perdió cinco rayas y se convirtió en algo
parecido a una mula blanca con camiseta sin rayas.
Al verse así, Camila se echó a llorar y soltó cinco
lágrimas. En eso, escuchó:
ARCO IRIS: –¿Por qué lloras?
CAMILA:–Porque el viento bandido se ha llevado las rayas de
mi vestido.
ARCO IRIS: –Acércate. Te echaré un remiendo azul.
Camila salpicó cuatro lágrimas por las rayas que le
faltaban, y se quedó mirando una araña en su tela.
ARAÑA: –¿Por qué lloras?
CAMILA: –Porque el viento bandido se ha llevado las rayas de
mi vestido.
ARAÑA:–Acércate. Tejeré para ti un encaje de tul y tu traje
será más elegante.
Camila lloriqueó tres lágrimas más. Después
escuchó a una cigarra que estaba tocando.
CIGARRA: –¿Por qué lloras?
CAMILA: –Porque el viento bandido se ha llevado las rayas
de mi vestido.
CIGARRA: –Acércate. Te daré una cuerda de mi violín y
tendrás un aire musical.
Casi llegando a casa, se le saltaron dos lágrimas. En
eso vio una pata que tambaleaba porque le apretaba un botín.
PATA: –Cua, cuá, cuá . . . ¿Por qué lloras?
CAMILA: –Porque el viento se ha llevado las rayas de mi
vestido.
PATA: –Cua, cuá, cuá . . . Acércate. Ataré a tu espalda
el cordón de mi botín e iremos las dos mucho mejor.
La pata se fue feliz, sin el zapato que le molestaba. Mamá
cebra estaba sentada a la puerta.
Camila se acercó a ella con una lágrima resbalando de su
mejilla.
MAMÁ CEBRA: –¿Dónde te habías metido, Camila?
CAMILA:-Es que el viento…
MAMÁ CEBRA: –Escúchame, Camila: ya estás muy grande, así
que va siendo hora de olvidar los tirantes y los pantalones. No llores. He
trenzado con mis crines una cinta muy larga para que adornes tu melena.
Camila se puso de puntillas y le dio a su madre un abrazo
grande. Y se estiró mucho para lucirse aún más y para que su madre la
viese bien con un lindo remiendo azul, un encaje de tul, una
cuerda de violín, un cordón de botín, una cinta en la melena… y
ni una gota de pena.
Texto extraído de : https://pazuela.wordpress.com/2016/03/25/la-cebra-camila/
Autor: Marisa Núñez
Ilustrador: Óscar Villán
Edición: Kalandraka
Video: cuento La cebra Camila