¿ A qué sabe la Luna ?
Hacía mucho tiempo que los animales deseaban averiguar a
qué sabía la luna.
¿Sería dulce o salada? Tan solo querían probar un
pedacito.
Por las noches, miraban ansiosos hacia el cielo.
Se estiraban e intentaban agarrarla, alargando el cuello,
las piernas y los brazos.
Pero todo fue en vano, y ni el animal más grande pudo
alcanzarla.
Un buen día, la pequeña tortuga decidió subir a la
montaña más alta para poder tocar la luna. Desde allí arriba, la luna estaba más
cerca; pero la tortuga no podía tocarla.
TORTUGA: ― Es muy difícil. está muy lejos.
― Señora elefanta. ¿Me ayuda? ¡¡¡Elefantaaa a a. . .
!!!
― Si te subes a mi espalda, tal vez lleguemos a la
luna.
La elefanta pensó que se trataba de un juego y, cuando se
acercaba a la luna, ella se alejaba un poco. Como la elefanta no pudo
tocar la luna, llamó a la jirafa.
ELEFANTA: ― Señora jirafa. Si te subes a mi espalda,
a lo mejor la alcanzamos. ¡¡¡Jirafaaa a a. . . !!!
Pero al ver a la jirafa, la luna se distanció un poco
más. La jirafa estiró y estiró el cuello cuanto pudo, pero no sirvió de
nada. Y llamó a la cebra.
JIRAFA: ― Señora cebra. Si te subes a mi espalda, es
probable que nos acerquemos más a ella. ¡¡¡Cebraaa a a. . . !!!
La luna empezaba a divertirse con aquel juego, y se alejó
otro poquito. La cebra se esforzó mucho, mucho, pero tampoco pudo tocar
la luna. Y llamó al león.
CEBRA: ― Señor león. Si te subes a mi espalda, quizá
podamos alcanzarla. ¡¡¡Leóoo o on . . !!!
Pero cuando la luna vio al león, volvió a subir algo más.
Tampoco esta vez lograron tocar la luna, y llamaron al zorro.
LEÓN: ― Señor zorro. Verás cómo lo conseguimos si te
subes a mi espalda. ¡¡¡Zorrooo o o. . . !!!
Al avistar al zorro, la luna se alejó de nuevo. Ahora
solo faltaba un poquito de nada para tocar la luna, pero esta se desvanecía más
y más. Y el zorro llamó a la mona.
ZORRO: ― Señora mona. Seguro que esta vez lo
logramos. ¡Anda, súbete a mi espalda! ¡¡¡Monaaa a a. . . !!!
La luna vio a la mona y retrocedió. La mona ya
podría oler la luna, pero de tocarla, ¡ni hablar! Y llamó al ratón.
MONA: ― Señor ratón. Súbete a mi espalda y tocaremos
la luna. ¡¡¡Ratóoo o on!!!
LUNA:― Seguro que un animal tan pequeño no podrá
agarrarme.
Y como empezaba a aburrirse con aquel juego, la luna se
quedó justo donde estaba.
Entonces, el ratón subió por encima de la tortuga,
de la elefanta, de la jirafa, de la cebra, de la leona,
del zorro, de la mona y……de un mordisco, arrancó un trozo pequeño de
luna. Lo saboreó complacido y después fue dando un pedacito al
mono, al zorro, al león, a la cebra, a la jirafa,
al elefante y a la tortuga. Y la luna les supo exactamente a aquello
que más le gustaba a cada uno. Aquella noche, los animales durmieron muy muy
juntos.
El pez, que lo había visto todo y no entendía nada, dijo:
PEZ: ― ¡Vaya, vaya! Tanto esfuerzo para llegar a esa
luna que está en el cielo. ¿Acaso no verán que aquí, en el agua, hay
otra más cerca?
Autor Michael
Grejniec.
Kalandraka
Editora, 1999.
Texto extraído de https://pazuela.wordpress.com/2016/03/25/a-que-sabe-la-luna/